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Crear un trompe l’oeil urbano

2 marzo 2021

El proyecto del nuevo Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear en Cáceres, de Tuñón Arquitectos, actúa como reclamo cultural. Y, a la vez, diluye fronteras con el entorno mediante recorridos fluidos, para crear una arteria pública que atraviese la esfera privada.

Por Marta Rodríguez Bosch


El nuevo Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear actúa como bisagra entre la ciudad histórica y la nueva. © Foto: Amores Pictures

En la historia del arte y la pintura, el trompe l’oeil o trampantojo constituye, desde muy antiguo, una técnica para “engañar al ojo”. Es extraordinario que mediante la perspectiva, jugando con el contexto arquitectónico -sobre un lienzo o aplicada a la bóveda de una iglesia-, la imagen contemplada gane una inusitada profundidad.  El nuevo edificio del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear, en Cáceres, Extremadura, es un proyecto de Tuñón Arquitectos. Y, en su caso, encarna la idea de crear un trampantojo urbano. Una nueva perspectiva que también ahonda en lo histórico y lo social.

“Cuando hablamos de trompe l´oeil urbano –explica el arquitecto Emilio Tuñón a A@W-   estamos tratando de exponer la vocación que tiene el Museo de diluir el límite entre el arte (la colección de Helga de Alvear) y la vida (la ciudad); estamos visualizando como el edificio trata de diluir el límite entre lo privado (la colección) y lo público (la ciudad), por medio de un recorrido que conecta la parte alta de la ciudad (la histórica) y la parte baja (la nueva), que se entremezcla con los recorridos propios del museo”. A ello se añade que el museo funciona, a un tiempo, como remate de los edificios de viviendas desde una calle y aparece como un edificio exento desde una plaza contigua.

 
Descending Light (2007) de Ai Weiwei, pertenece a la colección de la Fundación Helga de Alvear. © Foto: Luis Asín

La Fundación Helga de Alvear preserva la más importante colección privada de arte contemporáneo internacional de España y una de las más notables de Europa, iniciada en 1967. Hoy dispone de un fondo de 3.000 obras que la coleccionista contempla como espejo conceptual o metafórico del mundo en que vivimos. El nuevo proyecto se levanta junto a la Casa Grande, el edificio antiguo de la fundación de principios de siglo XX, que ahora acoge espacios administrativos, una sala de exposición, biblioteca y talleres. Mientras la nueva construcción alberga tres espacios de exposición permanente, auditorio y almacén. 

 


Los espacios expositivos se iluminan través de luz cenital. © Foto: Amores Pictures                  
Una fachada de pilares verticales de hormigón blanco, reflejo de la estructura, cumple su misión de reclamo cultural. Transmite una presencia clara y, a la vez, ligereza visual y transparencia. El remate, que repite la estructura de pilares sobre la cubierta de la última planta, incide en su disolución con el cielo, y equilibra la altura con la Casa Grande. La intervención persigue establecer un fuerte dialogo con esta. Ambos edificios constan de una superficie de ocupación, en planta y volumen, equivalente. Aunque, cada cual, con una formalización y estructura propias de su tiempo. “Son como dos edificios hermanos que acotan un trozo de la ciudad, al colocarse uno al lado del otro sobre el jardín y el potente muro de Camino Llano que cierre la parcela. El nuevo edificio construye un nuevo lugar y se siente confortable con los dos mundos entre los que se encuentra” señala Emilio Tuñón. 

 


El nuevo museo dialoga con la Casa Grande, de inicios del siglo XX. © Foto: Luis Asín

La convivencia de lo nuevo y lo antiguo entrevera toda la intervención. En la trama urbanística, el níveo edificio de hormigón se acomoda a la forma tradicional de funcionamiento de la ciudad,  concebido como un espacio permeable. Como un paseo público: desde que se entra por la puerta principal de la Fundación, se recorre el techo transitable de la nueva construcción y se desciende al jardín trasero. Un recorrido con vocación de enlazar con las plazas y paseos existentes del centro histórico de Cáceres.
 


Los muros de peine son estructura del edificio y mecanismo de protección lumínica. © Foto: Amores Pictures

El arte, antes privilegio de una élite, hoy se abre a toda la sociedad, amplificando el sentido de su existencia. “Los museólogos – aclara Tuñón, con dilatada experiencia en equipamientos culturales- cada vez más reclaman espacios expositivos que sean como cajas negras equipadas, en las que puedan ocurrir cualquier exposición, evento, etc… Es decir, los museos de hoy deben ser amplios, flexibles y bien equipados”.
 


En la trama urbana de Cáceres, el museo es también un espacio urbano permeable.
© Imagen: Emilio Tuñón Arquitectos

El casco histórico de Cáceres se tiene por uno de los más hermosos de España. El núcleo medieval de origen romano -asentado en lo alto de una pequeña colina, de forma almendrada-, consta de un perímetro jalonado por restos de las antiguas murallas de la ciudad. Es justo en el límite con la ciudad nueva, crecida de forma poco estructurada, donde se encuentra la Fundación Helga de Alvear. “De este modo, la fundación y el nuevo museo actúa como charnela entre dos mundos, y dos nostalgias: el mundo de la ciudad histórica, y su nostalgia del pasado, y el mundo del arte y su nostalgia del futuro”, concluye Emilio Tuñón.

 








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